8 de enero de 2013

Hellblazer: Vol. II Nº 01

Título: Condenado como tu
Autor: Enrique Cabrera
Portada: Calavera Diablo
Publicado en: Enero 2013 (http://tierra-53.blogspot.com.es/2013/01/hellblazer-vol-ii-n-01.html)

»La vida es una mierda, y cuando te mueres no es mejor. Dios es el mayor friki de todos los tiempos, dueño del mayor juego online que jamás existirá. El Demonio es un niño mal criado y consentido que quiere ese juego para él.A mí, no me importan una mierda. Las reglas injustas del juego me han obligado a elegir, y puesto a reventar cabezas… mejor que sean de demonios hijos de perra.

»Sí. El infierno y el cielo… existen. Dios y Satanás juegan a ver quién la tiene más larga. Joder, Dios es un puto fanático, utilizó a su hijo para hacer un “reset” y volver a empezar. Y en medio de ellos, como soldados de plomo encima de un campo de batalla de cartón piedra, nosotros. ¿Queréis saber una cosa del cielo? Puede que sea un paraíso, pero es una jodida dictadura a las órdenes del mayor “jugón” del universo. Reglas, norma, obediencia… y la sombra del destierro siempre presente. Adivinad a dónde. Pero puestos a elegir… lo prefiero antes de pasar la eternidad en el infierno. Ya he estado ahí.


»No es cuestión de fe. Yo no lo creo; lo sé. No elegí verlos, pero es lo que hay. Unos nacen en la inopia, dándole cabezazos a una pared, al suelo, o entonando el mea culpa, con la esperanza de que Dios los escuchará… y otros los vemos. Y que me follen si me han dado motivos para arrodillarme. A estos cabrones les pone que supliquemos. Están en todas partes, ángeles y demonios, entre nosotros, jugando la gran partida. A mí, no me importan una mierda. Las reglas injustas del juego me han obligado a elegir, y puesto a reventar cabezas… mejor que sean de demonios hijos de perra. Soy John Constantine. Bienvenidos a la realidad.


Martes, 23:30 h.

El cuerpo está destrozado, irreconocible. La parte más grande se encuentra junto a las vías. Algunos trozos han ido a parar a diez metros. Y hará falta pintura para hacer desaparecer las manchas que los sesos y las vísceras de aquel desgraciado han dejado en la locomotora.

El detective está inclinado sobre el torso, o lo que queda de él. Un agente permanece de pie, tapándose la boca con un pañuelo intentando que las arcadas no lo hagan vomitar. El forense llega a la escena… de lo que sea eso.

—Qué dice el maquinista —el detective sigue mirando el cuerpo.

—Ni siquiera le dio tiempo a hacer sonar la sirena. Por lo visto el tipo estaba agazapado tras esos arbustos, en la oscuridad. Salió a las vías sin más.

—¿Sabemos quién es?

—Sí, señor. Se llamaba Morís Brown, treinta años. Casado, con un hijo. Trabajaba en el Financial Times. Su mujer denunció su desaparición ayer a las diez de la noche. No se comenzó a investigar…

—Sí. A este tipo no le ha venido bien la política de las cuarenta y ocho horas, ¿verdad? Trabajaba en un periódico económico; no me extraña que se suicidara —sonríe —. ¡Hola, Doc! Creo que está muerto.

—Muy agudo. Y no me llames Doc, tengo nombre.

—Sería interesante aunque tengamos su documentación, agente, que le tomaran las huellas. Creo que he visto una de sus manos por allí —el detective señala al otro lado de las vías del tren.

—Esto es una carnicería. Aquí no puedo hacer nada. No podré decirte nada hasta que no lo examine en el laboratorio. Pero parece claro que es un suicidio.

—Sí, eso parece. Pero dime una cosa, Doc. Quién desaparece un lunes con intención de quitarse la vida, y no lo hace hasta veinticuatro horas después, en mitad de la nada. Y por qué.


Martes, 20:00 h.

Ha anochecido cuando Constantine abre los ojos. En realidad, desde dentro de su “apartamento” no ve el exterior. Todas las ventanas permanecen cerradas. Lo primero que ilumina la estancia es la llama de su mechero, enciende un cigarrillo mientras se incorpora en la cama. Respira hondo e inhala el humo.

»Joder. Esta mierda no me va a quitar el puto dolor de cabeza. Antes todo era más fácil. O yo era más joven. Estas alimañas parecen ser más listas cada vez.

Abrir las persianas no sirve de mucho. La luz artificial es la que se encarga de darle vida a su descuidada casa. En realidad había sido el almacén de un salón de videojuegos. De esos donde los críos se dejan el dinero, la vista y la inteligencia. Está en un segundo piso, los recreativos estaban abajo. Llevan clausurados desde hace diez años, cuando un jodido loco entró y disparó a seis personas. La policía lo cosió a tiros también. Mierda de vida. Ya se echará a ese cabrón a la cara algún día.

Tiene que salir a despejarse. Un par de whiskys, tal vez un par de chicas. Su gabardina marrón está destrozada. Ostia puta. Ha sido un fin de semana muy largo, demasiado duro. Su abrigo negro largo servirá, camisa blanca por fuera, pantalón negro, botas. »A la mierda con la corbata. Coge dos frascos de cristal transparente que hay encima de la mesa. Qué falta. »¡Ah, sí! Otro cigarro.

»Es mejor caminar sin prestar mucha atención a nadie. Ellos pueden verme igual que yo los veo a ellos, esto funciona así. Ángeles y Demonios están entre nosotros, camuflados en cuerpos humanos. No me caen bien ninguno de los dos, y yo no soy el más popular de sus conocidos.

Mientras camina ha de apartarse para que un borracho no le vomite encima. Un coche patrulla se detiene, los agentes se bajan y sin mediar palabra cogen a una prostituta y su chulo y los meten en el coche. En un callejón, una mujer pasa el mono revolcándose entre la basura.

»Menuda mierda de barrio. Satanás tiene que estar poniéndose las botas con estos hijos de perra. Tengo que mudarme de aquí.

—¡Taxi!

El vehículo se detiene junto a la acera. Constantine tira el cigarrillo y sube al coche.

—¿Dónde?

Constantine le da la dirección de una tienda de antigüedades, “Amon-Ra”. En realidad también vende objetos raros y curiosidades. El propietario es un viejo conocido suyo, casi se podría calificar como amigo, Durante Simons. Un anciano de pelo largo, y quebradizo. Con uñas largas y blancas. Da miedo a veces, sobre todo cuando te mira con sus ojos azul claro, aunque casi no te vea.

»Este maldito lugar huele a viciado. Como si el tiempo no pasara por aquí. Y tal vez no lo haga, llevo viendo a este viejo toda mi vida y siempre ha estado igual. Nadie tiene una colección como la suya, y nadie es mejor guía que él.

—Qué tal, viejo Durante. Vaya montón de cachivaches. ¿Por qué no sacas la verdadera mercancía? —enciende un cigarro.

—Sólo conozco a un loco hijo de puta que encendería un cigarrillo en un lugar como éste. Algunos muebles están tan secos que arderían sólo con la luz del sol.

—Como algunos tipos que yo conozco.

—Qué me traes. O es que quieres algo.

—Te traigo esencia de Shans —del bolsillo interior de su abrigo saca uno de los frascos de cristal transparente. En su interior, parece haber suspendido algo parecido al humo. Al viejo sólo le hace falta tocar el frasco para saber que Constantine no miente.

—Cómo la conseguiste.

—No quiero aburrirte. Digamos que me tropecé con un Shaggai este fin de semana.

»Esos insectos cabrones son mitad corpóreos mitad etéreos. Se meten en tu cabeza, literalmente, y te dejan el cerebro hecho una pasa. Mandé a uno al infierno en una reserva india de navajos en Arizona. Estrella negra me avisó.

Tas la transacción toca Whisky y chicas. Tal vez no en ese orden.


Miércoles, 10:00 h.

Por qué iba a suicidarse el señor “Financial Times”. Su vida era envidiable. Una esposa joven, un hijo guapo. Dinero. Comodidad. Esto no tiene sentido. Pero el hecho de desaparecer no es suficiente para decir que ha sido un homicidio. Tal vez se largara sin más, la mente humana es demasiado compleja para analizarla a las diez de la mañana con un café de máquina, en una mierda de despacho.

—El informe del forense, detective —un agente de uniforme le entregó una capeta color sepia.

En aquel informe no hay nada que indicada algo contrario a un suicidio. Suena el teléfono.

—¿Diga?... Sí, señor…. Sí, señor. Entiendo… Sí, señor. Voy para allá.

Los agentes ya habían hecho un cordón policial alrededor de los cuerpos que estaban tirados en medio de la acera. También habían tapado los cadáveres.

—Qué coño ha pasado aquí.

—Se lanzó desde el décimo piso. Trabajaba ahí. Se llamaba William Hopper. Abogado. Casado, dos hijos. Calló sobre una señora mayor, los dos murieron.

—¿Está de coña?

—No, teniente.

—Cómo sabemos que se tiró y no… lo tiraron.

—Hay testigos. Y… otra cosa más. Su mujer dice que no fue a casa a dormir anoche. Y no consta que saliera del edificio.

—¿Quiere decir que se quedó ahí toda la noche, esperó a que llegaran sus compañeros, y después se tiró por la ventana?

—Sí.

—¡Me cago en la puta…!


Miércoles, 12:00 h.

La noche había acabado con whisky, pero sin chicas.

»Algo no anda bien. Esa sensación a muerte de nuevo... no puede ser por el shaggai. Algún cabrón está haciendo de las suyas.

Enciende un cigarrillo mientras llama a un taxi. Esta vez el lugar es muy distinto.

Casi a las afueras de la ciudad, se alza un edificio, casi una mansión. Hace las veces de templo, biblioteca, hogar de recogimiento y lugar de reuniones.

»Supongo que si hay que estar en este mundo, hay que hacerlo con estilo. ¿Quién dijo establo? De todos los católicos, los menos discretos, después del Santo Padre, como no, son estos. Y Gabriel, ese lameculos que cree que va a heredar el cielo, se mete aquí a rodearse de sus lujos.

En las grandes puertas de entrada, podía verse el sello de prelatura. El Opus Dei regenta, administra y se beneficia de aquella mansión.

Un sacerdote le abre las puertas. No suele ir a menudo, pero es conocido y le dejan pasar. En muchas ocasiones ha ido a consultar libros. En otras tantas a hablar con Gabriel. Y aunque casi nunca están de acuerdo, nunca viene mal una ayudita divina.

Se dirige directamente a la biblioteca del primer piso, pero no lo encuentra allí. Tampoco está en el gran jardín trasero, ni en la capilla. »Dónde se ha metido este lameculos.

—Constantine. Estoy aquí.

La voz sólo suena en su cabeza, pero lo guía hasta la posición del Arcángel. Es una sala-museo. Se exponen armaduras y armas. Constantine se habría sorprendido si fuera Gabriel el que estuviera allí, pero no era él. Aunque se le parecía mucho.

—¿Quién eres?

—Miguel.

»¡Coño! El jefe de los ejércitos de Dios. Pues tiene el mismo aspecto de mariquita que Gabriel.

—¿Miguel? El azote de las hordas demoníacas. La espada de Dios. “Mija-El ¿Quién como Dios?”. Tú sacaste a Abraham del horno donde había sido arrojado por Nimrod. Y avisaste a Lot de que Sodoma y Gomora… iban a ser borradas el mapa. Buenos tiempos ¿eh? Ahora tendrás que estar muy aburrido.

—Tu sarcasmo me aburre.

—Claro. Tú todo lo que no sea blandir una espada flamígera… Dime, ¿a qué debo tanto honor? ¿Dónde está Gabriel?

—No seas presuntuoso, Constantine. No estoy aquí por ti. Y Gabriel está en otros menesteres. Estaré por aquí durante algún tiempo.

»Nunca habría imaginado que Miguel aceptara ser un híbrido. No tiene que haberle hecho mucha gracia.

—Bien, tal vez tú seas mejor ayuda. Algo está pasando, Miguel. El equilibrio peligra, y la perturbación está cerca.

—No podemos intervenir. Lo sabes.

—Pero tú no eres un ángel. Eres Miguel. Y probablemente será un híbrido cabreado por estar en esta mierda de mundo. Sólo una orden tuya bastaría para enviarlo de nuevo al infierno… o al cielo.

—No estoy aquí para eso. Cazar demonios es cosa tuya. Y parece que no se te da mal.

—¡Y para qué estás aquí si no! ¿Estás aquí y me vas a decir que no te importa nada que un maldito demonio hijo de puta esté haciendo de las suyas? ¿Acaso no hay que proteger al rebaño… Miguel? ¿Tan poco le importamos a Dios que ya os instruye en la indiferencia?

Se mueve tan rápido que casi no lo ve venir. Sin que pueda reaccionar, Miguel lo tiene agarrado del cuello con una mano. Comienza a faltarle el aire.

—Si no fuera porque tengo la Chispa Divina en mi interior, diría que estoy aquí para ver cómo te hundes cada vez más en el fango, pero eso sería darte mucha importancia. No estoy aquí para matar demonios y comenzar otra guerra —deja de apretar lo suficiente para que pueda respirar —. Yo no soy Gabriel, Constantine. Gabriel es un mensajero, yo soy un guerrero. Mide tus comentarios hacia Él en mi presencia. Si por mí fuera, enviaría a la mitad de la raza humana al infierno, no sois dignos de lo que os ofrece —lo suelta.

—Eres Miguel. Según la Biblia, defendiste a los israelitas del Faraón antes de cruzar el Mar Rojo. Y fuiste convocado para luchar contra el mismísimos Satán cuando acusó al pueblo de Dios de idolatría. Sea lo que sea que esté ocurriendo, seguro que lo están pagando seres humanos. Esos a los que tanto, supuestamente, ama Dios.

—Eres un demagogo de la talla de Satán.

—Gracias.

—No es un cumplido. Distrito trece. Es lo único que voy a decirte.


Miércoles, 16:00 h.

La morgue siempre le ha dado repelús.

—La mujer sobre la que calló amortiguó el impacto. Eso facilita mucho las cosas —el forense tiene sobre la camilla el cadáver del segundo suicida, el señor Hopper —No hay lugar a dudas, murió por el aplastamiento causado por el impacto contra el suelo.

—Estuvo toda la noche en la oficina, ¿es posible que lo retuvieran y lo obligaran a saltar?

—Mmm… Es posible, pero no hay ningún signo de ello. Ni ataduras, ni signos de lucha. Nada. De todas maneras, no estaba muy sano.

—¿Cómo?

—Hay evidencias de una hemorragia cerebral y no fue producida por el golpe. Un pequeño derrame.

—¿Por qué puede ocurrir eso?

—Bueno… por una subida de tensión. Una lesión. Tabaco, alcohol…

—¿Podría ser la causa del suicidio…? No sé, un “delirium” o como sea que le llamen.

—Jejeje. Has visto muchos capítulos de House. En teoría es posible, son impredecibles las consecuencias del deterioro cerebral. Pero sería el primer caso que me encuentro. Si estuviéramos hablando de cáncer….

—¿Qué más? ¿Qué más has encontrado?

—¿Más? ¡Ah! —ojea el informe —Un par de huesos rotos hace tiempo… una prótesis dental… una marca de nacimiento… una cicatriz de una intervención quirúrgica… nada en especial.


Miércoles, 16:00 h.

»Qué se consigue con tanto secretismo. ¿Es eso lo que le importamos a Dios? Pero si lo pones de manifiesto se cabrean. La verdad es difícil de digerir, hasta para ellos.

El “distrito trece” es una pista muy vaga. ¿Qué tiene ese distrito? Y ¿Qué tiene que ver con él? Esto no funciona así. Necesita una pequeña ayuda.

»Lo que los ángeles se empeñan en llamar “don”, para la mayoría es una maldición. No se puede rechazar, ni viene con un manual… y tampoco te dicen que te va a joder la vida. Por eso muchos “iluminados” (menuda manera de llamarlos), se vuelven locos, se suicidan (siento pasto para Satán), o se dejan llevar por el alcohol u otras drogas.

Está en frente de un bloque de apartamentos que, aunque parezca mentira, fue cedido por la iglesia a una ONG que se dedica, o se dedicaba, a sacar a drogadictos de la calle y ayudarles a dejar el vicio. Pero ahora son tiempo difíciles incluso para las buenas acciones; porque incluso éstas requieren de dinero. Ahora está todo visiblemente más descuidado, ya no hay tantos voluntarios y escasean los fondos.

»¿Quién que con voluntad todo se puede? Esta mierda de crisis ha echado por tierra la vida de muchos de los que ahora consumen su cuerpo y su voluntad con heroína, caballo o coca. La misma crisis que tampoco deja que los santurrones puedan ayudarles.

En la entrada solía haber un voluntario, para controlar a los “inquilinos” al entrar. Ahora hay una botella de whisty vacía y papel de plata. Enciende un cigarrillo y sube las escaleras.

2º-B. La puerta está abierta. Entra sin llamar. La persona que busca está en el sofá, se ha vomitado encima, tiene una aguja clavada en la parte superior de la mano, aunque la jeringuilla está en el suelo, junto a botellas, comida de varios días, y porquería de todo tipo.

—Joder, Génesi.

»Cada uno lleva esta mierda como puede, hasta que en ocasiones te conviertes en un despojo. Este edificio parece el puto vertedero humano de la ciudad. En el fondo siento lástima por este desgraciado. Pero lo que más siento es que no esté en condiciones para ayudarme.


Miércoles, 17:00 h.

Parece que es el único que cree que aquellos dos suicidios son más que extraños. Lo cierto es que es una locura pensar que hubiera alguna relación entre ellos aparte de la obvia. Aún así, investigar las posibles coincidencias en las vidas de aquellos dos individuos, y el interrogatorio a las familias, es muy importante teniendo en cuenta las extrañas circunstancias.

Corriendo el riesgo de parecer un cerdo insensible, espera en la morgue a que la esposa de este segundo tipo aparezca para identificar el cadáver. Ya ha citado a la señora de la víctima de las vías.

Media hora después aparece una mujer vestida de negro acompañada de un joven con un cierto parecido físico, debe de ser su hijo. Pasan el doloroso trámite, pero a pesar de eso…

—¡Señora Hopper! Disculpe —se identifica mientras los aborda —. Tengo que hacerle unas preguntas.

—¿Esto es necesario? —solloza y se mantiene agarrada al brazo de su hijo.

—Me temo que sí. La muerte de su marido ha sido muy extraña. Las circunstancias del… suicidio… no sé. Es una pregunta típica pero ¿cree que su esposo tenía algún motivo para hacer lo que ha hecho? —la señora rompe a llorar.

—Nos íbamos a ir de vacaciones la semana que viene. No sé qué le ha podido pasar —el chico intenta consolarla.

No cobra lo suficiente para compensar esos malos ratos. “¿Cree que su esposo tenía algún motivo para suicidarse?” Qué mierda de pregunta es esa. Aún así, su experiencia, su instinto, el mismo que le dice que esos suicidios no son normales, le dice ahora que debe continuar con el “interrogatorio”, pero lo único que tiene, a parte de lo obvio, es el informe del forense. Abre la carpeta donde están los folios y las fotografías, y le pregunta sobre las fracturas, la cicatriz de la operación… incluso le pregunta si llegó a observar signos como mareos, dolores de cabeza... ninguna respuesta es satisfactoria. Pero…

—¿Qué es eso? —la señora Hopper no deja de sollozar pero se interesa por la foto de la marca de nacimiento de su marido.

—Es… una marca de nacimiento que tenía su marido en el cuello, cerca de la nuca.

—No, él no tenía ninguna marca de nacimiento.

—¿Está usted segura? —otra pregunta estúpida.

—Claro que estoy segura, era mi marido.


Miércoles, 17:00 h.

John ha comprado bolsas de hielo y ha llenado la bañera de agua fría. No puede esperar más tiempo, Génesi está demasiado colgado para esperar a que se le pase por sí mismo.

»Este hijo de puta me había jurado que había dejado esta mierda. Antes se metía de todo, y lo ha perdido todo. Un día se quedará tieso después de un chute y el pobre diablo no tiene quien lo llore. Y yo no me presento voluntario para esas cosas.

A rastras, lo lleva desde el salón hasta el baño y lo zambulle en el agua con hielo, hay que estar muerto para no reaccionar a eso. Génesi abre mucho los ojos y se encoje de frío mientras intenta levantarse. Pero John lo introduce de nuevo dentro de agua. Génesi resbala y cae sumergiéndose completamente en el agua, y como un resorte se pone de pie de nuevo, esta vez tomando aire con fuerza.

—¡Joder, John! ¿Qué pasa contigo?

El “subidón” de la temperatura gélida no es suficiente para mantenerle vertical, las piernas le vuelven a flaquear y dobla las rodillas. Constantine lo sujeta.

—Eres un gilipollas, Génesi. Venga, tenemos trabajo que hacer.

Completamente empapado y tiritando, Génesi se sienta en un taburete del cuarto de baño. John le acerca una toalla.

—¿Quieres un café?

—¿Un café? Lo estaba flipando cuando has llegado.

—Maldito hijo de perra. Esa mierda terminará por matarte. ¿Ya no recueras el trabajo que te costó?

—Pero esto lo puedo controlar. Y no puedo suicidarme, ya sabes dónde iría.

—Quién te ha dicho que irás al cielo.

—¿No soy un mártir? —sonríe.

—Necesito tu ayuda.

—¿Ayuda? No puedo ayudar a nadie. Y aunque pudiera, tampoco sé si quiero.

—Escucha, Génesi. Está pasando algo muy raro. Yo no puedo escuchar el Éter, pero últimamente estoy sintiendo… “cosas”. Un sentimiento profundo de… muerte. Algo va mal, lo sé.

—Esto no funciona así, John. Todos tenemos presentimientos, es por culpa de este mundo que nos rodea. El Éter es una realidad, es el nexo de unión entre los mundos, o los planos si lo quieres llamar de otra manera. Se ve o no se ve, se siente o no se siente, pero es algo real, no un… presentimiento.

—Lo sé. Por eso necesito que me ayudes.


Miércoles, 17:30 h.

A pesar de que la mujer asegura que su marido no tenía ninguna marca de nacimiento, el detective le extiende la foto. Pero la señora niega con la cabeza. Parece algo contrariada, pero convencida. Para el detective, la convicción de aquella mujer es indicador de que va por el buen camino, aunque… ¿Cómo puede ser una pista una mancha de nacimiento que no es en realidad de nacimiento?

—Doc. Necesito un favor. Ya sé que suena raro pero… ¿sabes si el otro cadáver, el de las vías del tren, tenía también una mancha de nacimiento?

—Necesitamos tres bolsas para traer el cuerpo, y aún así hay partes que no hemos encontrado. ¿Y para qué quieres saber eso?

—Porque tengo la corazonada más rara que he tenido jamás.

En el informe no figura ninguna mancha de nacimiento. Aún así el detective insiste en ver el cadáver. El torso aplastado, parte de la cabeza, casi todo el brazo derecho y una masa informe que era la pierna derecha, reposan en una de las bandejas de la cámara frigorífica. Junto a todo esto, restos del brazo y la pierna izquierda.

—Esto es lo que hay —el forense le muestra el cadáver sin entender muy bien qué busca el detective —. El cuerpo, o lo que queda, está lleno de laceraciones, quemaduras y marcas. Ha perdido la piel en las partes que el tren aplastó directamente contra las vías; como un gato debajo de las ruedas de un coche. Así que, si lo que buscas todavía está en los trozos de piel que quedan, tendrías que saber exactamente qué es lo que estas buscando.

—Estoy buscando una señal igual a la del cadáver del que se tiró por la ventana.

—Eso es imposible. No puedes encontrar dos señales de nacimiento idénticas.

—Es que no creo que sean marcas de nacimiento.

La incredulidad del doctor hace que quede inmóvil por unos instantes. El detective lo mira serio. ¿Vas a ayudarme o no? De todas maneras no tiene nada mejor que hacer, así que comienza a escudriñar el amasijo de carne.

Lo impensable solamente lo es porque no queremos “pensarlo”, pero en realidad un hecho inexplicable no lo hace imposible. Al hacer girar el cuerpo, llama la atención un corte profundo en el costado izquierdo por su longitud, desde la zona lumbar hasta el omoplato. Y tal vez por el morbo, o por la curiosidad del policía, o por lo extraño de lo que busca, une las dos partes de la laceración, de manera que cierra la herida como si fuera a suturarla. A pesar de que falta un trozo de carne, puede verse perfectamente la marca que busca. Es idéntica a la anterior y está casi perpendicular al horrible corte.


Y ahora qué. La probabilidad de que tuviera razón era tan remota, que no se había planteado qué haría después si su corazonada fuera cierta. Sobre todo, porque su intuición sólo llega hasta ahí.

El teléfono móvil.

—¿Sí?... voy para allá. Doc. Ve preparando otra camilla.


Miércoles, 18:00 h.

»Convencer a Génesi no ha sido difícil, me debe algún favor. Lo complicado es que este colgado no se desmorone con las visiones o lo que sea, que le llegan del Éter. Tiene que ser una putada, toda esta mierda concentrada e irrumpiendo en tus sentidos casi sin control.

»Todo deja huella en el Éter pero no siempre se encuentra la pista, y cuánto más concreto es lo que buscas, más sencillo resulta encontrar el rastro.

Hace rato que se bajaron del taxi. Génesi camina junto a él agarrándolo de la muñeca derecha. Una putada, porque le resulta más complicado fumar con la izquierda. Camina casi a ciegas, porque la mayoría del tiempo mantiene los ojos cerrados, está sudando y a veces tiene algún espasmo. Génesi está utilizando la sensación que le describió en su pocilga de apartamento, para encontrar algún rastro, por eso no lo suelta. Y lo cierto es que él mismo se siente alto mareado.

Génesi se detiene en una esquina, abre los ojos pero están en blanco.

—Síguelo, John —es un susurro pero grave, como si le costara hablar —. Síguelo.

—¿A quién?

Cruzando la calle, en la otra esquina, está la comisaría de policía del distrito trece.

—A él —en ese momento sale de la comisaría un hombre vestido con unos vaqueros azules y una chaqueta negra. Entra en un coche.

—¡Joder! —Constantine se suelta de Génesi y levanta la mano para detener a un taxi —Vuelve a casa Génesi y espérame allí. No hagas ninguna tontería.

Entra en la parte trasera del taxi. El conductor, un hombre de aspecto árabe lo mira por el retrovisor.

—Dónde

—Dé la vuelta y siga al coche de policía.

—¿Cree que esto es una puta película?

Constantine lo mira fijamente, no parpadea. Y el taxista árabe puede pensar que es un alucinación, pero le parece ver cómo el color negro de la pupila de su pasajero se dilate tanto que todo el ojo, todo, es ahora de color negro.

—¡Que des la vuelta y sigas al coche de policía! —el miedo se apodera del taxista que titubea un instante antes de reaccionar.

—Por… por supuesto. Tranquilícese.

»Esa sensación otra vez. Es como si pudiera sentir la muerte mientras estoy despierto. Génesi no me ha sido de gran ayuda, el muy cabrón… un día me lo encontraré tieso. ¿Quién coño es ese “poli”? No es un híbrido, y por supuesto no es ninguna de essa criaturas asquerosas con las que me tropiezo a veces. Qué sabrá de todo lo que nos rodea.

El taxista ha conseguido seguir al “poli” a duras penas. Cuando el coche de policía se detiene, John le indica que continúe hasta la siguiente calle.

»Este maldito chupa-mezquitas tendría que haberse quedado en su país, no tiene ni puta idea de conducir.

Hay mucho revuelo, la policía intenta sin éxito hacer que la gente no se detenga. A pesar del cordón policial, las personas se las apañan para ver el espectáculo, ya hay quien graba desde las ventanas.

»No hay nada con más poder de convocatoria que un cadáver. La humanidad está enferma. Dentro de cinco minutos todo esto estará colgado en internet, la máquina perfecta para todo tipo de fauna, el supermercado de depravados hijos de perra.

A empujones Constantine se coloca en primera fila, justo delante de la cinta azul y blanca de la policía. Hay un cuerpo tapado con una sábana, pero parece estar de rodillas, o algo así. Es una posición extraña.

John… Constantine… Por fin nos encontramos… Puedo verte… ¿Me ves tú a mí?

La voz lo adormece y todo en derredor se vuelve turbio, incluso parece que el suelo se mueva y la gente que observa la escena se desvanezca. Ahora no hay nadie en la calle, él mismo parece que está en un sueño. Un hombre delgado, rubio, se arrodilla en medio de la calle, lleva un cuchillo enorme, lo mira directamente a los ojos, se coloca el cuchillo en el vientre y lo clava, tras soportar la primera envestida, tira del arma hacia un lado. Después cae hacia atrás, aunque queda de rodillas.

El murmullo de la gente regresa a sus oídos, a la vez que una fuerte racha de viento, inusual, levanta la sábana y deja al descubierto el cadáver. El gentío exclama, pero no deja de mirar. El infeliz está arrodillado, sentado sobre sus pantorrillas y con el tronco hacia atrás. Tiene clavado un Tanto (arma samurái más pequeña que una catana que servía para proteger el honor). El cuchillo japonés tiene preciosas filigranas en la empuñadura, un desperdicio de joya.

»Este hijo de puta se ha hecho el harakiri en plena calle, y ha sido un híbrido cabrón. Cabrón y gilipollas al llamar mi atención. ¿Qué coño pretende, y por qué no habrá ido directamente a por mí?


Miércoles, 18:45 h. Escena del suicidio

¿Quién se hace el harakiri en medio de una calle? La respuesta se la dio un agente vestido de uniforme.

—Se llamaba Carl Harris. Era profesor de culturas antiguas en la universidad. Su… novio está de camino; dice que desapareció ayer, pero que tuvieron una discusión y pensaba que estaría en casa de su hermano.

—Esta es la mierda más grande que he tenido nunca entre manos.


El detective se acerca al cadáver, mucho. Lo escudriña. Le coge la cabeza cuidadosamente y la inclina hacia delante, intenta que la sábana no salga volando otra vez. Busca algo en su nuca, pero lo haya más abajo, donde comienza la espalda.

—Quiero el informe del forense para ayer. Y que estudie bien esa mancha de nacimiento o lo que sea eso que tiene por debajo de la nuca. Y otra cosa… quiero saber si tenía algún tipo de lesión cerebral, un derrame o algo por el estilo.


Miércoles, 18:55 h.

»Ese maldito poli se larga. ¡Joder, Génesi! Podías haber sido más explícito. Es el tipo, tengo que seguir al tipo.

Tal vez aquel policía no lo sabía, pero “sabía” algo o estaba a punto de saberlo, de lo contrario Génesi no le hubiera dicho que lo siguiera. Lo aborda sin más mientras camina alejándose del lugar.

—¡Eh! Oiga. ¿Qué ha pasado?

—¿Qué? ¿Es usted periodista? ¿Es que no tienen otra cosa mejor que hacer?

—No soy periodista.

—Oiga, lárguese.

—No ha sido un suicidio —John lo coge del brazo —. Ese tipo no se ha suicidado.

—De qué está hablando —el policía se detiene. El semblante le cambia por completo.

—Usted lo sabe. Sabe que no se ha suicidado. Ha habido más ¿verdad?

—Ese tipo se clavó un cuchillo en el estómago. Es un suicidio... ¿Quién es usted?

—Me llamo John Constantine. Puede que se clavara un cuchillo él mismo, pero no fue un suicidio. Qué buscaba en el cuerpo ¿Una señal? ¿Una marca? ¿Un mensaje?

—Maldita sea. Tendría que detenerle aquí mismo. ¿Cómo sabe usted eso?

—Y de qué me va a acusar. Escuche: sé que tiene algo más que una sospecha de que no son verdaderos suicidios. Yo puedo ayudarle a demostrarlo, pero tiene que contármelo todo.

—… esto es una locura… —con una mano se toca el rostro en un gesto de contrariedad.

—Si yo le contara…

»Cuando la gente tiene una ligera sospecha de lo imposible, o encuentra algo inexplicable, es más sencillo manipularlos para que te lo cuenten, porque saben que nadie más los escucharán.

Con un café y un cigarro, el detective le cuanta a Constantine todo lo ocurrido hasta el momento. Los tres suicidios, la supuesta marca de nacimiento, la lesión cerebral de la segunda víctima, y el hecho de que todos desaparecieran el día anterior. Este hecho, el de las horas “desaparecidos”, llama la atención de John.

—Tengo que ver los cuerpos.

—¿Qué? ¿Está usted majara? Ni siquiera sé por qué le cuento esto y usted todavía no me ha contado nada.

—Está bien. Creo que es un demonio. En realidad un híbrido, un demonio disfrazado de humano, tienen algunas limitaciones, pero son poderosos. También hay ángeles disfrazados. Están aquí para vigilar las reglas del juego, para ganarse almas para el infierno o el cielo. No pueden intervenir… pero a veces alguno… se desmanda. Las palabras de estos seres, de estos híbridos, pueden alterar la conciencia de las personas, pueden… hacer que hagan cosas o no las hagan. Pueden hacer que se sientan cosas horribles, o que creas que estás en el paraíso. Creo que es un demonio, y creo que lo hace para llamar mi atención, pero todavía no sé por qué. Yo… soy como un… caza demonios. Pero no como esos que salen en la tele. No. Esos son unos aficionados. Y los demonios tampoco son como los que salen en esas series. Esos son una panda de maricones que se creen que están jugando a las casitas. Los míos son de verdad. ¿Vamos ahora a ver los cuerpos? —le da la última calada el cigarro.

—…

—Qué. ¿No es usted católico? Ya sabe… la Biblia y todo eso del la salvación… del paraíso… del infierno de los condenados. Satanás… Dios… y toda la pesca.

—¿Me toma por tonto?

—No. Por católico.

»Esta maldita hipocresía religiosa nos va a condenar a todos. Menos mal que Dios parece tener sentido del humor, sino ya habría propiciado el Apocalipsis y todos a la mierda.

Aquel tipo lo mira con cara rara, va a marcharse, pero no puede dejarlo. Lo que va a hacer puede ponerlo en peligro… pero será divertido, además no le importa, y podrá llegar al fondo del asunto.

Antes de que el detective se levante, lo agarra del brazo, mete la otra mano en su chaqueta y saca el frasco con esencia de Shans, la destapa delante de las narices del policía. El humo que hay en el interior se eleva por encima del frasco, queda suspendido sin evaporarse, Constantine sopla ligeramente y el humo penetra por las fosas nasales del tipo.

Ni siquiera le da tiempo a llamarlo “cabrón”. La esencia de Shans se puede utilizar para provocar trances profundos, para provocar visiones horribles, para ver el pasado… para muchas cosas; y también para abrir la mente de una persona, y por qué no, manipularle mejor mientras dure el efecto. Normalmente al principio todo son efectos secundarios, pero en este caso el efecto se produce muy rápido.

—¿Qué es esta mierda?

—Relájese. Vaya, no ha vomitado. Observe a su alrededor. ¿Lo ve? ¿Lo siente? Es como un mundo detrás de otro mundo ¿verdad?

—Me ha drogado.

—Sabe que no está drogado. Escúcheme, hay fuerzas que no entendemos, y que no entenderemos jamás. Hay criaturas demasiado poderosas para poderlas combatir. Pero nuestro mundo, en cierto modo, está protegido por unas reglas que no se pueden romper, y hay un híbrido que está haciendo de las suyas. Esas personas se suicidaron influidas por un demonio, uno que quería que yo estuviera aquí. Tengo que ver los cadáveres, al menos uno. Es posible que las desapariciones antes de los suicidios tengan una explicación, y la resolución del misterio.

—Me siento extraño. Puedo sentir lo que está diciendo —como un resorte se levanta de la silla y da una zancada atrás. Casi se cae de culo. En la calle, a través del cristal de la cafetería, un ángel lo observa, él ha podido verlo en su estado natural, y nadie ha dicho que la visión sea agradable aunque nos refiramos a un ángel. Son aspectos que no conocemos. Sí, tienen alas, pero nuestra a nuestra mente le cuesta asimilar su presencia —… joder… es… es un ángel.

—¡Cállese, mierda! Sí. Ha llamado su atención. Ahora él sabe que puede verlo y se ha acercado. Pero no se preocupe, el efecto es pasajero. Después… le quedará la certeza de lo que ha visto, pero si ellos no quieren no los verá más. Ni a ninguna otra criatura. Estamos perdiendo el tiempo.

Durante el camino a la morgue el detective no dejó de mirar a su alrededor. Es como descubrir un mundo nuevo.

»La morgue. El pre-infierno para muchos. A veces se tarda en obligar a tu alma a abandonar el cuerpo. Siempre se consigue, pero a veces la conciencia terrena está muy desarrollada, y el demonio encargado de llevarte tiene que tener paciencia. Curiosamente no ocurre tanto con los que van al paraíso.

Llegan tarde al lugar, “Doc” se está marchando cuando ellos entran.

—¡Te estaba esperando! —el forense los detiene en la entrada —Escucha he de irme. Esto es muy raro. Esa… mancha de nacimiento no puede serlo, es idéntica a las otras. Y respecto al daño cerebral, mañana tengo que corroborarlo pero creo que también tiene un derrame similar al segundo suicida —se percata ahora de la presencia de John —. ¿Quién es usted?

—Está autorizado —no deja que Constantine conteste —. Es John Constantine, un profesor de la universidad experto en lenguas muertas y simbología.

—¿Simbología?

—Sí. Escucha, tenemos prisa. Voy a enseñarle a John las marcas… ya te dije que no me convencía eso de las marcas de nacimiento.

“Doc” intentó ofrecerse para enseñarles el cadáver, pero el detective declinó la oferta, arguyendo que el celador les bastaría para lo que necesitaban.

El celador abre la cámara del último cadáver. El policía lo despide diciéndole que aquello forma parte de la investigación policial.

—Es como si no estuviera muerto —el detective acerca mucho la cara al cadáver.

—Sí. Ya le dije que lo que le di abriría su mente. En realidad la muerte como tal no existe, sólo la… interrupción de la vida biológica. Ahora puedes percibirlo. En realidad este tipo no está muerto, está en el infierno.

—¿Infierno?

—Es un suicida. Todos van al infierno.

—Pero si lleva razón… no habrá sido por su culpa, habrá sido manipulado.

—Sí, bueno. Yo no hago las reglas.

—Es injusto.

—Ponga una reclamación. Y ponga “Dios” en el destinatario. No le hará falta sello. Enséñeme la marca.

Giran el cadáver. La marca cuanto menos es curiosa. En realidad podría haber sido cualquier cosa, pero en ese contexto, John la identifica como “El cuerno italiano”.

—Es “el cuerno italiano”. Fue introducido por los Druidas en Irlanda y Escocia. Se ha asociado a la buena suerte. Pero también es usado como “el ojo del mal”. Joder… antes, cuando examinabas a este infeliz en la calle, escuché una voz que me decía algo así como “puedo verte”. Esto es un mensaje.

»Este hijo de puta quiere que esté aquí, pero ¿para qué?

—¿Un mensaje para ti? —ya iba siendo hora de tutearse. Esto es de locos.

—Es posible. Escucha, me has dicho que dos de los tres tenían lesiones cerebrales previas. Por lo que cuentas en el primero fue imposible de comprobar. Necesito hacer una cosa más.

El detective está algo mareado todavía, pero todo lo ve claro. Siente que algo no está bien, y que John puede ayudarlo. Así que acepta sin rechistar.

John destapa completamente al cadáver, al descubierto queda la gran cicatriz de la autopsia, el rigor mortis, la palidez de la muerte, y la expresión de dolor todavía en el rostro de ese infeliz condenado al infierno por toda la eternidad. Se coloca a la cabeza del cadáver, saca una extraña tiza negra y en el suelo hace un dibujo.
Efigie de Lucifer en círculo de protección (de ''El Gran Grimorio'', Traducción al Español de la Edición de 1845)

Constantine se quita el abrigo, enciende un cigarrillo y le da un par de caladas fuertes, tose. Se coloca en el centro del círculo y pone su mano derecha sobre la cabeza del difunto.

—Escucha ahora, allá donde estés, Oh condenado. Reclamo tu último resquicio en el mundo de los vivos, yo te lo mando. Per infernalis potentia. Ego te iubeo. Invocamus tenebris copiis ad deportandam animus delinquentis. Obedire, ego præcipio.

Un estertor sacude el cuerpo muerto sobre la bandeja de la cámara frigorífica. Ego te iubeo. Obedire, ego præcipio. El detective da un respingo hacia atrás y tropieza con una camilla. Muéstrame tus secretos. Monstra mihi tua absconditis tuis. Obedient mihi. Ego praecipio vobis.El cadáver arquea la espalda en un movimiento imposible, en ese momento Constantine da un fuerte tirón al pelo del muerto y arranca un mechón. Saca el encendedor, le prende fuego, y lo suelta para que se consuma en el aire. El humo asciende y lo aspira.

»Toda la estancia se oscurece, gira a mi alrededor. Las sombras se mueven y la habitación cambia. Está ahí, lo veo, el hombre muerto está de rodillas en un sótano, el sótano de la universidad. Sufre, se retuerce y grita, pero la voz no sale de su garganta, el mal está aquí y lo está torturando. Todo cambia de nuevo, ahora soy yo el que está de rodillas en el suelo, siento asco, tristeza, odio, furia, toda mi vida es una mierda, toda mi vida lo será; soy despreciado, un ser que debería estar muerto para así dejar de hacer sufrir a los demás. Siento una gran presión en mi cabeza, algo me sujeta y no puedo moverme, tampoco quiero hacerlo. Todo lo bueno que tenía dentro se ha ido, no hay ni un recuerdo agradable. Todo es amargura, oscuridad. No sé qué hago en este mundo. Me estoy volviendo loco. El dolor es insoportable ahora. ¡Quién me está haciendo esto!

Hola Constantine, por fin nos encontramos… ¿Puedes verme ya?


—¡Joder! —Constantine da un gran paso hacia atrás como queriéndose apartar de algo. Cae al suelo —Me equivocaba. Mierda. No es un híbrido, es un desterrado.

—¿De qué coño hablas? Ese tío se ha movido.

—No es un híbrido. Los híbridos pueden influir en la conducta e incluso en los sentimientos humanos. Pero no es lo que ha ocurrido. Este tipo no estaba influido, lo han manipulado. Han destruido todo lo bueno que había en su corazón y sólo se ha quedado con lo malo. Por eso los retiene primero, necesita tiempo. Al final la culpa y el odio lo han consumido tanto que decidió suicidarse él solito. Esto no lo hace un híbrido. Aunque son demonios están bastante limitados, el aspecto humano tiene parte de culpa, y la mayoría de ellos son demonios menores si los quieres llamar así. Hay quien los llama Hueste, o Tentadores. Pertenecen a la Triada Inferior. Pero éste no es uno de ellos.

—…

—Este es más poderoso. Lleva entre nosotros más de cuatrocientos años. Se llama Orgeuil. Fue uno de los demonios expulsados del cuerpo de Elizabeth Allier en el año mil seiscientos treinta y nueve por el padre Francois Fanconnet, tras seis exorcismos y veinte años.

—¿Uno de ellos?

—La chica estaba poseída por dos, el otro se llamaba Bonifarce. Por alguna razón él quiere que esté aquí. Pero ¿por qué aquí? Si me quería a mí ¿por qué no fue directamente a buscarme?

—Tal vez no te quiera a ti. Y sólo quiere que veas lo que hace.

»Es posible que este “pasmao” tenga razón. Por cierto, ¿cómo se llama?

—¿Y no puedes expulsarlo? Ya sabes, al infierno —el detective empuja de nuevo la bandeja dentro de la cámara frigorífica, aunque con recelo.

—No. Fue desterrado, no puede entrar en el infierno. Como mucho lo enviaríamos al Limbo o un sitio similar, pero saldría. También podríamos encerrarlo en un objeto si tuviéramos tiempo de encantarlo, pero seguro que está actuando ya y no sabemos cuándo aparecerá.

—¿Y matarlo?

—No se puede matar a un demonio. Sólo un ser divino o demoníaco puede hacer algo parecido, y no todos. Igual que limitarlo, convertirlo en humano… etcétera. Oye, es tarde. Vete a casa, ya pensaré en algo. Mañana hablaremos más tranquilamente.

—¿Y eso que me diste…?

—Esencia de Shans. Los efectos se irán pasando. La sensación desaparecerá, y ya no podrás verlos, pero sabrás que lo que percibiste es cierto. No es una pócima mágica —sonríe —, lo recordarás todo. Y sabes es mejor que la fe, ¿no?

La despedida en la puerta de la morgue es corta. El tiempo suficiente para encender un pitillo, y que comience a llover.

El policía no coge el coche, parece que vive cerca. Tampoco lleva paraguas.

»Espero que los efectos le duren lo suficiente a este pardillo. ¡Joder! No le he preguntado por su nombre.

La lluvia cae inmisericorde, se ha desatado una tormenta sobre la ciudad. En la acera y el asfalto se forman balsas de agua y los conductores parecen acelerar cuándo pasan por una. Constantine no pierde de vista al policía, lo sigue a una distancia prudencial. La lluvia ha apagado el cigarro que tiene en la boca. Encima sólo lleva un frasco de agua bendita, una vieja biblia, unos nudillos de plata bendecidos con la señal de la cruz grabada, y sus amuletos. Insuficiente para un demonio cuyo pasatiempo favorito es atormentar almas en vida. Pero algo le dice que aparecerá, tiene que verlo, conocerlo, así podrá dar con él con más facilidad.

»Espero que Dios esté viendo esto, porque este bastardo lleva mucho tiempo desmadrado y a Él parece no importarle una mierda. “Voy a hacer tu trabajo, viejo”.

La noche se ha vuelto más oscura si cabe. La lluvia es tan intensa que parece que hay una cortina infinita. Y cuando un rayo quiebra el cielo aportando luz a la oscuridad que se ha apoderado de la urbe. Una figura se recorta en el destello que ha iluminado la calle. Está detenida a pocos pasos del detective. Y no es sino cuando está muy cerca, que el policía logra distinguir que es un hombre. No tiene ropa de abrigo, sus ojos parecen perdidos en un punto más lejano que él, y sus ojeras parecen enfermizas.

—Me han dicho que me estabas buscando… —el hombre gira la cabeza y busca a Constantine con la mirada, que ahora está más ceca, casi en frente al otro lado de la calle.

—¿Le conozco? ¿Está usted…? —no es un hombre, el detective siente que no es un hombre, en realidad no lo ve como tal ahora que se fija bien. Los rasgos están alterados, es como una ilusión. Aunque se da cuenta muy tarde.

»Hijo de puta, ni siquiera lo he visto venir.

Orgeuil golpea al detective en el pecho y este se desliza por el suelo varios metros. Constantine corre atravesando la carretera y saca del bolsillo de su chaqueta un frasco de agua bendita »Nunca salgo de casa sin ella«. Antes de que el demonio, con paso tranquilo, alcance de nuevo a su víctima, John lanza el frasco contra él. El agua bendita tiene un efecto inmediato. Orgeuil está poseyendo el cuerpo de un pobre infeliz que probablemente morirá si el demonio sufre demasiado dentro de él y se resiste. Pero el agua bendita lo hace retroceder. Comienza a salir humo de los poros del poseído. Grita y se retuerce. Constantine se ha puesto sus nudillos de plata bendecidos, y golpea al demonio, todavía en el cuerpo humano. Orgeuil retrocede ahora sin apartar la vista de Constantine.

—¡¿Pero qué estás haciendo!? —su voz es ahora antinatural —¡Vas a matar a este cuerpo!

El detective se levanta del suelo y saca su arma. Constantine no deja de golpear al demonio que continúa humeando por el efecto del agua bendita. Una sonrisa se dibuja en la cara del poseído. John se arranca un colgante del cuello, tiene una medalla, se abalanza contra el demonio y se lo pone en plena frente.

—En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Santa cruz del Padre Benito. La Santa cruz sea mi luz. No sea el dragón mi guía. Apártate, Orgeuil: no sugieras cosas vanas; venenosa es tu carnada. Venga la paz a este cuerpo —Constantine hace la señal de la cruz en él mismo y en el cuerpo del demonio —. En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

—¿Es una cruz de San Benito? —el detective pregunta observando la escena a la espalda de John. El Demonio se retuerce dentro del cuerpo de su víctima. —¿Me estabas siguiendo?

—¿Eres católico?

—Sí.

—Ven aquí. Contesta estas palabras con “ruega por nosotros” —entre los dos casi no pueden contener a Orgeuil.

Santo Padre Benito                                 Ruega por nosotros
Gloria de los Patriarcas                           Ruega por nosotros
Compilador de la Santa Regla                 Ruega por nosotros
Retrato de todas las virtudes                   Ruega por nosotros
Santo Padre Benito                                 Ruega por nosotros
Aiuto nelle tribolazioni                             Ruega por nosotros
Estrella que brilla en la casa de Dios        Ruega por nosotros
Inspirador de muchos Santos                  Ruega por nosotros
Serafin de fuego                                     Ruega por nosotros
Querubín transformado                           Ruega por nosotros
Santo Padre Benito                                Ruega por nosotros
Dominador de los demonios                    Ruega por nosotros
Modello di Cernobiti                              Ruega por nosotros
Sradicatore di idoli                                 Ruega por nosotros
Onore dei confessori della fede              Ruega por nosotros
Consolatore delle anime                         Ruega por nosotros
Santo Padre Benedetto                          Ruega por nosotros
Benedetto di nome e di grazia                Ruega por nosotros

—Ci affidiamo alla tua protezione, o Santo Padre Benedetto! Non disprezzare le suppliche nelle nostre necessità e tribolazioni. Ci viene in aiuto nella lotta contro il nemico male e aiutarci a raggiungere, nel nome del Signore Gesù Cristo, la vita eterna —las convulsiones del cuerpo poseído son ahora más acusadas. Comienza a echar espumarajos por la boca. —Egli è benedetto da Dio. La difesa dal cielo per tutti i suoi figli. In nome dello Spirito Padre, Figlio e Santo —el cuerpo de la bestia parece dejar de convulsionar.

—¿Cuántos idiomas sabes? ¿Sabías que me atacaría?

—¿Y tú cómo sabes que esto es una cruz de San Benito?

—Sabías que me atacaría. Por eso me has seguido.

—No lo sabía, sólo lo intuía. Ahora… eres más receptivo. Todavía. Y eso… lo huelen, les encanta. Además… un amigo me dijo que te siguiera.

—¿Por qué?

—No lo sé, preguntémoselo a él.

—¿No lo hemos expulsado?

—¿Hemos? —mira al policía burlándose —De eso nada. Está por aquí. No puede volver al infierno, y sólo hemos hecho un pequeño trabajillo para sacarlo de este cuerpo. No. Este cabrón está aquí. Y si no lo vemos es peligroso. Pero llueve. El agua es buena, es buena conductora de todas las energías.

—¿Sabes cómo vencerle?

—No. Sin mis armas no. Pero ahora es el momento, está débil. Ha tenido que salir, pero es peligroso. Y mucho más si dejamos que se recupere.

Constantine… Pensaba que alguien como tú comprendería mi trabajo.

—¿Puedes oírlo? —el detective afirma con la cabeza.

Es más… Pensaba que lo admirarías. Verás, en realidad no somos tan diferentes. Ambos estamos condenados. ¿Verdad John? Sé que hay un lugar en el infierno para ti. Da igual el tiempo que tardes, irás. Para mí… este es el infierno, Constantine. Quinientos años entre este hedor a vida. Ya no puedo más. Los errores se pagan muy caros, John. ¿No es así? Todo esto lo hago para ganarme la entrada al infierno, a mi hogar, de donde nunca debieron expulsarme. ¿No persigues tú algo parecido con lo que haces?

—Y por qué aquí. Qué tengo yo que ver en todo esto.

Oh, que obtuso eres a veces, John. Es normal, no sabes ver otra cosa que no seas tú mismo. Estoy aquí por él. Y estás aquí, porque seguro que serás un buen trofeo que ofrecer a… mi jefe.

—¡Basta de charlas! Vas a entrar en la luz y acabaremos con esto.

No hace falta que eches mano de juegos baratos… ¿Quieres verme? Pues aquí estoy, Constantine.

De la mismísima oscuridad de unas escaleras que bajan a un sótano, que debe de ser una pequeña tienda bajo el edificio, aparece una visión horrible. Lo más parecido con lo que se puede comparar es un esqueleto humano cuyos órganos, si es que esas partes gelatinosas pudieran ser órganos, todavía están prendidas el cuerpo. Girones de… lo que debe ser su piel, cuelgan y se caen, aunque no duran mucho en el suelo, desaparecen. El color es pardo, negro y gris. La cabeza se asemeja más a la de un cerdo en descomposición que a la de un humano. Deja pisadas humeantes, y un olor a podrido y a azufre inunda la calle hasta el punto de que el detective vomita sobre sí mismo, porque alza el arma y comienza a disparar.

—Eso no servirá. Éste nunca ha estado vivo.

Constantine da un paso adelante e intenta poner la palma de su mano, con un tatuaje bendecido, sobre Orgeuil, pero de un solo golpe le quita de en medio. La criatura se dirige directamente hacia el policía.

»Qué bien nos vendría la espada de Miguel. Es un mamón hipócrita.

Orgeuil agarra al policía del cuello y comienza a hablarle al oído. John se levanta, se quita el abrigo y la camisa, su cuerpo está lleno de tatuajes y runas. »Voy a necesitar un poco de ayuda, si no es por mí, al menos dámela por ese infeliz« Coloca las manos formando una especie de cáliz entre el pecho y el ombligo, todavía tiene puestos los nudillos de plata. Agacha la cabeza y cierra los ojos.

»Oscura noche y oculta luna, este y sur oeste y norte: escucha la Runa y que mi alma la magia porte. Tierra y agua, aire y fuego, varita, pentáculo y espada: Escuchad mi llamada. Cuerdas, látigo y cuchillo, poderes de la daga del brujo. Levantaos en vida, yo os lo pido, venid y ayudad en mi embrujo. Cielo e infierno, Cazador de la Oscuridad. Enviad vuestros poderes a mi reino, y haced verdad mi voluntad.

Los nudillos de plata se calientan, siente la energía viva en el instrumento de poder. Uno de sus tatuajes, cercano a al omoplato parece sangrar. Pero necesita la bendición. Aquello es un demonio salido directamente del infierno.

»Omnipotens Deus Benedicat viva energeia. Im 'deprecatione. Gratiae tuae hostes vincere. Amen.

La plata casi brilla, es como un destello en medio de la gran tormenta. El demonio mira hacia Constantine que carga contra él. »En el nombre de Dios. Recibe tu castigo. John golpea a Orgeuil en pleno rostro, incluso las gotas de agua del ambiente salen despedidas por la energía utilizada, trozos del demonio se desprenden de su nauseabundo cuerpo y van a parar al suelo, a la fachada del edificio, incluso al propio Constantine y al agente que cae al suelo aturdido.

Ambos han caído escaleras abajo, hasta la puerta de una vivienda tapiada. Son casa unifamiliares adosadas en medio de la ciudad, un barrio antiguo y de imitación barata de casas victorianas. El agua cae por los peldaños, formando un gran charco que llega ya hasta el segundo escalón. Allí abajo, Constantine y Orgeuil algo debilitado por la cantidad de energía utilizada en el ataque de John, luchan.

»Tal vez haya sido una gilipollez enfrentarme a este cabrón sin estar armado y sin un plan. Es muy fuerte.

A veces el alma humana es insondable, como los caminos del Señor. O… tal vez es que no se sabe mirar.

—Dios, que para la salvación del género humano hiciste brotar de las aguas el sacramento de la nueva vida, escucha con bondad nuestra oración e infunde el poder de tu bendición sobre ésta agua para que, sirviendo a tus misterios, asuma el efecto de la divina gracia, que espante los demonios y expulse las dolencias y así, al ser rociados, tus fieles sean liberados de todo daño; que el sitio que será aspergido con ésta agua no residan los espíritus del mal y se alejen todas las insidias del oculto enemigo; haz que tus fieles, manteniéndose firmes por la invocación de tu santo nombre, sean libres de todas las tentaciones. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor, Amen —el detective hace la señal de la cruz en el aire con la mano derecha.

Enseguida el agua empieza a burbujeas y debido a la criatura que está dentro, el humo sale del cuerpo del demonio, y su asquerosa piel empieza a quemarse y disolverse en el agua que ahora ha quedado bendecida. Constantine sabe que hay oraciones con licencias eclesiásticas para que cualquier pueda bendecir el agua, pero hace falta fe, mucha fe, y el efecto no es tan brutal. Ese detective…

—¡Eres sacerdote!

—Lo fui.

Orgeuil grita y se retuerce mientras el gran charco se va disolviendo junto con el cuerpo del monstruo, pero no será suficiente, John no podrá retenerlo el tiempo suficiente para que se deshaga, es demasiado fuerte. Constantine pone la palma de la mano con el tatuaje bendecido en el pecho de su enemigo,

—¡La cruz de San Benito! ¡En el bolsillo de mi abrigo!

El policía corre hacia la ropa que hay en el suelo. En uno de los bolsillos encuentra un llavero con varios amuletos y medallitas. En el otro, enganchada en un cordón negro, la medalla que busca. Mientras a Constantine ya le flaquean las fuerzas, y los rezos casi no salen de su boca. Cuando el detective, que casi no se atreve a bajas los escalones, le da la cruz, John casi no puede rezar.

—Por el poder de Dios, abandona este mundo —le coloca la cruz en la frente —Relinque hoc mundo. Deus tibi imperat… Relinque hoc mundo. Deus tibi imperat. Relinque… hoc mundo… Deus tibi… imperat.

El policía se arma de valor y vuelve a bajar las escaleras, le pone una mano en el hombre a Constantine y comienza a rezar la oración de la Bendición de la Cruz de San Benito.

—Exorcizo vos, numismata, per Deum Patrem omnipoténtem, qui fecit caelum et terram, mare et òmnia, quae in eis sunt. Omnis virtus adversàrii, omnis exércitus diàboli et omnis incùrsus, omne phantàsma sàtanae, eradicare et effugare ab is numismàtibus: ut fiant òmnibus, qui eis usùri sunt, salus mentis et còrporis : in nòmine Patris Omnipotentis, et Iesu Christi Filii ejus, Dòmini nostri, et Spiritus Sanctus Paràcliti, et in caritàte ejusdem Dòmini nostri Jesu Christi, qui ventùrus est judicare vivos et mòrtuos, et saeculum per ignem. Amen.

El grito es más inhumano si cabe. El demonio se retuerce intentando salir del agua bendita, pero le resulta imposible. Siente cómo una fuerza la arranca de ese lugar.

Constantine, yo te maldigo. Volveré y te enviaré al lugar donde perteneces.

El proceso de descomposición se acelera, hasta que todo su cuerpo de disuelve en el agua.

Constantine está sentado en el rellano con el agua hasta la cintura. Está sudando y le cuesta mantener una respiración pausada. El detective está de rodillas en la acera, con la mirada perdida en el agua que corre por los escalones. La lluvia comienza a remitir.

—¿Te encuentras bien?

—¿Lo has matado?

—¿Matado? —Constantine se pone en pie —Es un demonio. No, no lo he destruido. Volverá, sólo lo hemos alejado lo suficiente para que no nos moleste en un tiempo. Sacerdote ¿eh? ¡Maldita sea!

—Eso fue hace mucho tiempo.

—Pero nunca se deja de serlo ¿no?

—Eso dicen.

John pasa junto al detective sin intentar ayudarlo a levantarse. Recoge su ropa, la camisa está demasiado empapada, sólo se pone el abrigo. Saca un paquete de tabaco del bolsillo, pero es imposible fumarse un pitillo así.

—Me cago en la puta. ¿Fumas?

—No.

—Estupendo. Un santurrón abstemio. Vete a casa, y descansa un poco, te hace falta.

—¿Y ya está? —se pone en pie un poco mareado —¿Me voy a casa sin más después de lo que ha pasado?

—Bueno, ya sabes que Dios existe. ¿Te parece poco? Y no te hace falta la fe.

—Oye. ¿A qué se refería el… el demonio con que los dos estabais condenados?

—Es una larga historia. —Constantine se sube el cuello del abrigo y comienza a caminar —Por cierto. ¿Cómo te llamas?

—Kramer. Chas Kramer.

—Muy bien detective Kramer. Nos veremos.

»Esta mierda no se acaba nunca. Tampoco sabía que había demonios psicópatas, eso es nuevo. La próxima vez que me lo encuentre… no tendrá tanta suerte.

Fin

1 comentario:

  1. GRACIAS A GREAT DR Sunny PARA SOLUCIONAR MIS PROBLEMAS SU CORREO ELECTRÓNICO ES (drsunnydsolution1@gmail.com
    Mi nombre es Miss Fátima, yo estaba casado con mi marido durante 5 años que vivíamos felices juntos por estos años y no hasta que viajó a Australia para un viaje de negocios donde conoció a esta chica y desde entonces me odia a mí y los niños y el amor Ella solo Así que cuando mi marido regresó del viaje nos dijo que no quiere verme y mis hijos de nuevo, así que nos llevó fuera de la casa y ahora estaba a Australia para ver que otra mujer. Así que yo y mis hijos estaban ahora tan frustrados y yo estaba simplemente quedarse con mi madre y yo no estaba tratando bien porque mi madre se casó con otro hombre después de mi padre la muerte por lo que el hombre con el que se casó no la estaba tratando bien, i Y mis hijos estaban tan confundidos y yo estaba buscando una manera de conseguir que mi esposo regresara a casa porque lo amo y lo aprecio tanto, así que un día mientras estaba navegando en mi computadora vi un testimonio sobre este conjurador DR Sunny, testimonios Compartido en el Internet por una señora y me impresiona tanto que también pienso en darle una oportunidad. Al principio tuve miedo, pero cuando pienso en lo que yo y mis hijos están pasando por lo que se puso en contacto con él y me dijo que para mantener la calma por sólo 24 horas que mi marido volverá a mí y para mi mejor sorpresa he recibido una llamada De mi marido en el segundo día preguntando después de los niños y llamé DR Sunny y dijo que tus problemas se resuelven mi hijo. Así que esto era cómo consigo a mi familia detrás después de una tensión larga del freno para arriba por una señora malvada así que con toda esta ayuda de DR Sunny, quiero que todos ustedes en este foro se unan a mí para decir un enorme gracias a DR Sunny y voy a También consejo para cualquiera en tales o similares problemas o cualquier tipo de problemas también debe ponerse en contacto con él su correo electrónico es) (drsunnydsolution1@gmail.com) él es la solución a todos sus problemas y predicamentos en la vida. Una vez más su dirección de correo electrónico es (drsunnydsolution1@gmail.com)

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    (11) si desea divorciarse de su marido.

    (12) si desea que se le concedan sus deseos.

    (13) Embarazo para concebir el bebé

    (14) Garantía de ganar los casos de tribunales molestos y divorcio no importa cómo la etapa

    (15) Detener su matrimonio o relación de romperse.

    (16) si usted tiene alguna enfermedad como (H I V), (CÁNCER) o cualquier enfermedad.

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